sábado, 11 de abril de 2015

Hércules y Rómulo (relato de esdrújulas)


Llamándose Hércules y midiendo ciento cincuenta centímetros, le resultaba difícil que la gente le tomara en serio. Encima, sus andares eran cómicos, pues se movía erguido como un pingüino, tratando inútilmente, de disimular así su mínima estatura. Por si fuera poco, paseaba siempre en compañía de su perro Rómulo, que además de ser grandísimo, el pobre animal era tan enorme y noble como estúpido. Hércules y Rómulo formaban así una pareja de lo más ridícula y digna de un espectáculo circense.

Acababan de llegar a la clínica veterinaria, donde Hércules había llevado a Rómulo aquel sábado, porque sospechaba que el animal podía tener algún parásito. Mientras leía su periódico en búsqueda de las noticias económicas (las únicas que leía), una joven entró en la sala, portando con ella, una gigantesca jaula dentro de la cual, había un no menos gigantesco pájaro, que más que un pájaro, parecía un pelícano.

Hércules había visto de todo en aquella clínica: murciélagos, víboras, tarántulas y hasta un excéntrico chiflado que un día llegó con un montón de luciérnagas en un bote de cristal, que según decía, le servían de lámpara para su mesita de noche. Las llevaba al veterinario porque, decía también, últimamente se habían vuelto unas zánganas que apenas le servían para leer dos o tres páginas antes de apagarse completamente. Hércules, que no entendía de luciérnagas, se mostró no obstante escéptico con aquel ridículo personaje y su fantástica historia.

La joven del pájaro, después de sentarse, viendo a Hércules y viendo a Rómulo, y después de observarles durante un buen rato en silencio, soltó improvisamente:
-Discúlpeme, soy fotógrafa. Les he estado mirando a usted y a su perro y creo que podría hacerles unas fotos muy simpáticas. ¿Qué le parecería?
Hércules, cuyo cerebro trabajaba siempre con la velocidad de un relámpago, respondió en tono sarcástico:
-¿Sabe? ¡Qué casualidad! Yo soy cirujano plástico.


No hay comentarios:

Publicar un comentario