lunes, 27 de abril de 2015

El Arcoíris en el Jardín (Relato para niños)



Jony era un niño alegre y despierto, que acababa de cumplir nueve años y al que le encantaba ir al colegio y aprender cada día cosas nuevas. Cuando volvía a casa, lo primero que hacía siempre, era contarle a su madre lo que había aprendido ese día. Su mamá le escuchaba con suma atención. Estaba orgullosa de Jony y no había nada en el mundo que le importara más que su hijo. Por desgracia Jony había perdido a su padre cuando era muy pequeño y por ello, su madre, hacía todo lo posible para que Jony no echara en falta la ausencia de su papá. Jony, que casi no lo recordaba, a veces le preguntaba sobre su padre y ella entonces le contaba cosas, que Jony escuchaba con los ojos cerrados, como intentando memorizarlas y que así nunca se le pudieran olvidar.
-¿Sabes Jony? -le había dicho en una ocasión-. Tu papá jamás me dijo una mentira. No soportaba las mentiras ni a los mentirosos. Tú debes hacer como él. ¿Me lo prometes?
-¡Claro mamá! -le contestó él-. Seré como papá. Te lo prometo.

Aquella tarde, cuando Jony llegó a casa, a su madre le extrañó verle triste.
-¿Qué te ocurre cariño? -le preguntó.
Jony le confesó la verdad:
-El profe me ha castigado.
-¿Te ha castigado?, ¿por qué?
Su madre no se lo podía creer. Era la primera vez que ocurría. Jony era un niño que siempre obedecía, hacía sus deberes y nunca se peleaba con nadie.
-Porque ha dicho que no se pueden decir mentiras en clase.
-¿Que no se pueden decir mentiras en clase?, ¿y tú las has dicho?
Aquello ahora sí que ya no tenía ningún sentido. Jony jamás había faltado a su promesa: jamás había mentido, ni a ella, ni a nadie.
-No mamá, te juro que no he dicho ninguna mentira.
-¿Y entonces Jony?: ¿por qué el profesor piensa que le has mentido?
-Porque le he dicho que en el jardín de mi casa, jugamos a bañarnos debajo del arcoíris.
La mamá de Jony sonrió entonces al comprender lo que había pasado. Y decidió que a la mañana siguiente, iría a hablar sin falta con el profesor de su hijo.

El profesor de Jony, era un hombre apuesto, muy educado con todos los padres que acudían a hablar con él. A veces era él quien les llamaba para que fueran a verle, si sus hijos no se portaban bien o creía que no se esforzaban en clase lo suficiente y otras, eran los propios padres quienes iban por su cuenta para interesarse por cómo iban y se comportaban sus hijos. La madre de Jony era de éstas últimas. Habían hablado en más de una ocasión e incluso habían tomado algún café juntos después del colegio. El profesor de Jony era también viudo y tenía un hijo de la misma edad que Jony, que se llamaba Manu. Jony y Manu eran muy amigos y jugaban siempre juntos en el recreo.

A la mañana siguiente, tal y como había decidido, nada más dejar a Jony en el patio del colegio, su madre se dirigió al despacho del profesor.
-Buenos días José Luis, ¿tienes un minuto antes de ir a clase? -le preguntó, picando a la puerta de su despacho.
-¡Adelante Susana!, ¡qué sorpresa!, ¡faltaría más!, ¿qué ocurre?
Susana entró en el despacho y se sentó en una de las sillas reservadas para las visitas. Fue directamente al grano.
-¿Por qué has castigado a Jony?
-¡Ah!, ¿es por eso? Si tampoco le he castigado en serio. Simplemente le he dicho que esta semana no podría ser él quien responda el primero a mis preguntas en clase. Que ya sabes que Jony es siempre el primero en levantar la mano cuando pregunto y además luego nunca falla la respuesta.
-Pero le has castigado, ¿no? Y él me ha dicho que ha sido por mentir. Y por lo que me ha explicado me parece que te has equivocado.
-¿Cómo?
José Luis se revolvió en su asiento, sorprendido por aquella afirmación.
-Que es verdad que Jony juega conmigo en el jardín de casa, a bañarse debajo del arcoíris. Pero dime, ¿de qué estabais hablando en clase?
Ahora sí que José Luis no sabía que decir.
-Pues no me acuerdo exactamente, la verdad. Creo que hablábamos de la lluvia, del sol… y eso, que salió el arcoíris y expliqué dónde aparecía y por qué, y pregunté si alguno lo había visto y él salió con esa historia del arcoíris en el jardín. Le dije que eso no podía ser y como insistió un par de veces acabé castigándole. Pero que no tiene tampoco importancia…
-Pues siento decirte que la historia es real.
-Estás de broma, ¿verdad?
-Para nada. ¿Quieres que te lo demuestre?
José Luis pensó unos segundos su respuesta, pero viendo la sonrisa de Susana, como si le estuviera retando, aceptó la invitación.
-¡Vale! Dime cómo.
-Esta misma tarde si puedes y no tienes mucho trabajo. Cuando acabes en el colegio, te pasas por casa. Y traes también a Manu para que juegue con Jony. Pero que venga con traje de baño si quiere también él bañarse bajo el arcoíris.
-No puedes estar hablando en serio… pero vale, nos vemos esta tarde.

La casa donde vivían Jony y su madre estaba a las afueras, en lo alto de una colina. Desde ella las vistas eran preciosas y por la noche, se podían contemplar las estrellas mejor que en ningún otro lugar. Cuando llegaron José Luis y Manu, aún quedaba mucho para que oscureciera y el sol calentaba con fuerza. Susana salió a darles la bienvenida y les invitó a pasar al jardín, donde Manu les esperaba con su traje de bajo ya puesto, jugando con una pelota.
-¿Has traído traje de baño Manu? -preguntó Jony nada más ver a su amigo.
-¡Sí!, lo llevo ya puesto -respondió Manu-. ¿Puedo quitarme la ropa, papá? -preguntó a su padre.
-Sí Manu, ven que te ayudo.
Así, los dos niños se quedaron en traje de baño y fue cuando José Luis no pudo aguantar más la curiosidad y dirigiéndose a Susana, le dijo:
-Bueno, ya estamos aquí. ¿Dónde está ese famoso arcoíris?
Susana sonrió y le respondió con aire de misterio:
-Ahora mismo lo verás. ¿Estáis preparados chicos?
-¡Sííííííííííí! -respondieron los dos niños al unísono.
Susana miró en dirección al sol, cogió la manguera de la piscina y sin pensárselo dos veces abrió el grifo apuntando al cielo, tapando con su dedo pulgar la salida del chorro, de modo éste salió pulverizado en infinitas gotas de agua.
José Luis contemplaba intrigado la escena, sin entender aún nada, cuando de repente, ante sus ojos, sobre la cortina de agua que Susana había creado, apareció ante sí un arcoíris perfecto.
-¡Ahora niños!, ¡podéis ya pasar por debajo del arcoíris! –gritó ella.
Los niños no esperaron a que se lo repitiera y corrieron por debajo del espléndido arco multicolor, atravesándolo por debajo una y otra vez, e intentando entre risas tocarlo con sus dedos.
José Luis no se lo podía creer. ¡Era cierto! Soltó una carcajada y sin quitarse siquiera los zapatos, corrió vestido detrás de los niños, a bañarse también él debajo del arcoíris. Era su castigo por no haber creído a un niño que jamás decía una mentira.

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